catenaria adjetivo/nombre femenino 1. [curva] Que forma una cadena, cuerda o cosa semejante suspendida entre dos puntos que no están en la misma vertical. 2. nombre femenino Cable de tendido eléctrico en ferrocarriles o metropolitanos. 3. Tú. Porque la curva que forman las formas de tu cuerpo permanece como una unión inestable entre el plano en el se encuentra tu mirada, arriba, y aquel en el que descansan tus caderas, que es también en el que encontramos la mirada del resto; porque en ocasiones me parece que cuelgas de los cielos, sostenida solamente en este mundo por una mano invisible, y sobre todo porque pasa a través de ti una corriente eléctrica que me pone los pelos de punta cada vez que cualquiera de mis dedos viaja de un lado a otro de tu cuerpo.
El silencio de tu respiración cuando duermes profundamente; tus talones, a salvo de cualquier falla a pesar del terremoto que desencadenas con los tacones; la forma de morderte el labio inferior cuando no entiendes algo y no tienes nadie cerca; tus andares de bruja sobre las cazuelas, y esa envidiable habilidad para esparcir especias sin que ninguna se quede pegada a tus dedos; tus andares, en general, con el marcado acento en los dedos de tus pies, donde cargas el peso, quizá eso explique lo de los talones, no sé; que nunca señales con el dedo, como las niñas bien; la línea de los sueños, esa que se forma entre el principio de tus costillas y el inicio de tus caderas; la manera en la que toda la ropa interior se adapta a tu cuerpo como una segunda piel; el modo en el que abrazas cuando llevas solamente cinco minutos despierta; el modo en el que muerdes cuando te quedan solamente cinco minutos para dormir; que nada se te rompa, nunc...
Vamos a pasar de las metáforas. Tengo ganas de decir que te quiero en un lugar público. No hace falta que te lo diga a ti, directamente, ya estás cansada de oírlo. Quiero decírselo, quizá, a la más tímida de tus amigas mientras tú te levantas para ir al baño, que ni siquiera te des la vuelta para ver sus labios abiertos en o, y que simplemente al mirarte en el espejo de después, de después de después, descubras que he recorrido la distancia de la mesa hasta el desorden de tus mejillas. Quizá se lo cuente al farmacéutico cuando, impaciente, esperas en el coche pintándote los labios para disimular que él mire por encima de mi hombro y luego por debajo de mi brazo y luego cierre para venirse corriendo detrás de nosotros con su cargamento de pastillas para la tos de después de después y sus antigripales y una pancarta que diga que te quiero, fabricada, como hacen los secuestradores malos, con los recortes de los titulares del Hola que roba en el kiosko de al lado. Quiero gritarlo en la bib...
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